TESIS EN COMUNICACIÓN PARA EL DESARROLLO

EN ESTE BLOG ENCONTRARA TODOS LOS ARTÍCULOS, LINKS E INVESTIGACIONES DE LOS DOCENTES DE LA UNIVERSIDAD JORGE TADEO LOZANO SECCIONAL CARIBE, PATRICIA RUIZ ACERO, GERARDO FERRO ROJAS Y DAVID CANEVA AKLE. ESTOS DOCUMENTOS CONFORMAN LA TESIS FINAL SOBRE INTERPELACIÓN Y REPRESENTACIÓN JUVENIL A TRAVÉS DEL PROGRAMA BANDERAS EN MARTE DEL CANAL PÚBLICO NACIONAL "SEÑAL COLOMBIA"

4/11/2007

9.5. ANÁLISIS: INTERPELACIÓN Y REPRESENTACIÓN DE LO JOVEN EN EL MARCO DE LA PROMOCIÓN DE LOS VALORES SOCIALES EN BANDERAS EN MARTE

El análisis inicia estudiando la función de los Sistemas Abstractos y Retóricos en la estructura narrativa de Banderas en Marte. ¿Por qué el texto televisivo de estos programa privilegia estos dos sistemas frente a los otros? La razón no es gratuita. Tanto los Sistemas Abstracto como los Retóricos, resultan apropiados en su tratamiento por su capacidad seductora. La televisión debe seducir para atrapar a sus espectadores, lo dice Omar Rincón en Televisión, Video y Subjetividad, y lo reafirma Gilles Lipovetsky al hablar de la seducción de nuestro tiempo en los mass media y otros ámbitos de la vida moderna. En este caso, lo joven necesita seducir a los jóvenes, y en esa medida, los Sistemas Abstractos y Retóricos resultan fundamentales. El primero, por su alto nivel de atracción visual, y el segundo, por su alto nivel de emotividad. Para seducir al público, lo joven necesita mostrarse como dinámico, colorido, llamativo, entretenido e interesante, y visualmente abstracto; así como emotivo, humano, personal, y al mismo tiempo, reflejo de emociones.

Ahora bien, el hecho de que la estructura narrativa de los programas tienda a ser repetitiva, casi idéntica de un programa a otro, hace pensar en la necesidad de categorizar lo joven dentro de unas secuencias básicas de acción: primero una presentación, luego el cabezote, seguidamente la animación, etc. En este orden de ideas, al categorizar lo joven dentro de una estructura repetitiva y fija, se contribuye con su proceso de seducción, ya que lo repetitivo seduce y atrapa al espectador por ser de fácil entendimiento.

En este punto nos detendremos en el análisis de un aspecto de la estructura que consideramos muy diciente dentro del universo textual de los programas: la secuencia del cabezote. Los elementos gráficos, los colores y el ritmo acelerado usados en este nos ubican inmediatamente en el mundo de lo joven. Y no sólo en este mundo, sino en uno donde se relaciona inmediatamente lo joven con lo urbano, un binomio presente en cada uno de los programas, y relación fundamental de la serie. De manera explícita se identifican iconografías urbanas, representaciones de skaters, colegiadas, punkeras, Dj, raperos, rastas, en fin, lo que podría llamarse un racimo de subculturas juveniles inscritas en el contexto de la ciudad. De igual forma, existen también elementos que denotan claramente la vinculación con la calle: un semáforo, una cebra, una señal de tránsito, una buseta, una pared con graffittis, etc. Lo anterior nos muestra la calle y su vínculo con el mundo joven, la calle se convierte entonces –idea que se ratifica a lo largo de cada capítulo- en un lugar de encuentro desde lo público, un espacio donde conversan de manera sincera múltiples y diferentes formas de ver la vida.

La forma fragmentada y ágil del cabezote, su estética no convencional, donde aparentemente ningún personaje y ningún hecho están vinculados, es decir, no hay un relato argumental que los organice transversalmente, es una manera de narrar lo joven, entendiéndolo desde la diferencia, relacionado con el formato video-clip y lo visualmente discontinuo. “La discontinuidad, todo cambia en el pasaje de un plano al otro: la vestimenta, el lugar, la luz, el soporte material, triunfan el fragmento y la dispersión sobre la sucesión y la linealidad. Esta estrategia retoma el efecto zapping de la tele y o convierte en un elemento estructural del relato” . Una de las connotaciones que se desprenden de esta animación, es que lo joven en la sociedad puede verse como una maraña de cosas, de ideas, de situaciones, en ellos parecen converger muchas fuerzas sociales, que al mismo tiempo estallan creando maneras o muy personales de verse y situarse en el mundo, o algunas otras sustentadas en la creación de nuevas tribus y sub-culturas ciudadanas.

La música es otro elemento importante dentro del fraccionamiento del cabezote. El ritmo musical no es lineal ni estándar, sino más bien una unión de varios sonidos y rítmos, con picos altos y bajos que van formando el compás musical. Como si el efecto zapping del que habla Rincón en el párrafo anterior se presentara también en la sonorización del cabezote.

Por último, el cabezote de banderas en Marte, que finaliza con un mundo rojo en el que están plantadas diferentes tipos de banderas, y del que nacen estructuras que asemejan a grandes edificios, nos intenta decir lo que en resumen es el programa: Cada cabeza es un mundo, cada joven planta su bandera y al plantarla está hablando de ese mundo que también es suyo.

Cada bandera significa también cada temática, cada forma de abordar lo joven. Por esto, los temas de Banderas en Marte están directamente relacionados con las problemáticas de los jóvenes: las drogas, el sexo, los problemas con la familia, la calle, la crisis en la educación, el suicidio, el ocio, el amor, la política, etc. Temas estos que tradicionalmente son manejados por los medios de comunicación de una manera crítica más no propositiva, y desde ópticas adultas que no vinculas directamente la experiencia de los jóvenes. Muchas veces estos tratamientos son presentados con narrativas muy arcaicas, exageradas y negativas, en algunos casos (Sin Tetas No Hay Paraíso; Pandillas, Guerra y Paz; La Sierra). Lo que hace Banderas en Marte es retomar estos conflictos juveniles y resignificar la mirada desde la experiencia de los mismos jóvenes, convirtiéndolos en expertos que hablan de la realidad desde sus realidades propias. Las temáticas en Banderas en Marte hacen que los jóvenes le hablen a los jóvenes, y el proceso de aprendizaje se da de una manera más cercana, honesta, sin tapujos, y usando un lenguaje común.

El lenguaje televisivo es imagen y palabra. “La imagen y la palabra conllevan, pues, dos relatos que se entremezclan profusamente” . En este programa de edu-entretenimiento es evidente la importancia del lenguaje verbal para armar los relatos. La importancia que se le da a la palabra es preponderante, no hay un solo momento de silencio, siempre estamos escuchando a uno de los personajes, bien sea en OFF o en IN, y cuando no los escuchamos a ellos, estamos oyendo una canción que por lo general tiene lírica y habla sobre la problemática en cuestión. El joven habla, dialoga y se encuentra con el otro a través de su oralidad, lo oral se convierte en el lenguaje fundamental de sus relaciones sociales, por lo tanto, lo joven necesita ser contado y explicado desde la voz de ellos mismos.

Siguiendo con la idea anterior, si las historias son contadas desde sus propias palabras, estas hacen alusión a un lenguaje popular, callejero, abierto y descomplicado, que algunas veces podría parecer vulgar. Pero la mayoría de las veces, este lenguaje popular sorprende por el grado de profundidad, claridad e inteligencia con que son tratados los temas. Es decir, todo lo anterior nos lleva a considerar, que la mejor manera de llegar a lo jóvenes es hablando desde su mismo idioma, y quién mejor que ellos mismos para proponer este diálogo.

Pero los jóvenes no sólo se expresan a través de las palabras sino también desde su proxemia. Si la oralidad y el diálogo abierto entre ellos son importantes, también lo son las maneras como se mueven, sus gestos, sus formas de situarse en el espacio, sus tonos de voz y movimientos. El lenguaje audiovisual de Banderas en Marte enfatiza en esto, dándole prioridad a las acciones de los personajes. Estas imágenes comunican, siguen y muestran al personaje en sus actividades cotidianas: Cristina arreglando sus colchones, Edilberto vistiéndose de cadete, Diego dibujando sus ilustraciones, Indira leyendo en la biblioteca y Sindy conversando con su grupo de mujeres. Al mostrarlos en su cotidianidad, se evidencia de manera más fácil sus códigos corporales. La significación de lo joven, entonces, se da también desde las representaciones producto del lenguaje proxémico. La interpelación se produce en los espectadores en la medida en que se ven reflejados en la pantalla, y van descubriendo en la gestualidad puntos comunes, que los identifican con una realidad semejante. En Banderas en Marte, los jóvenes hablan como jóvenes y se mueven como jóvenes.

Estos códigos no verbales también marcan una diferencia entre los distintos sub-grupos juveniles representados en los programas. Es decir, si los gestos los unen en algunos casos a realidades semejantes, esos mismos gestos ayudan a diferenciarlos con otros grupos en igual número de situaciones. Por ejemplo los grupos de raperos interactúan espacialmente de manera diferente a como lo hacen los redskin en el mismo programa. Desde la proxemia se representan identidades porque ésta crea un lenguaje, generando lazos de acercamiento y complicidades entre los jóvenes. Sus modas, sus corporalidades, sus palabras y gestos, se combinan de tal forma que se convierten en una manera de significarse frente a los otros, lo que les permite generar construcciones identitarias, imaginarios y prácticas culturales muy distintas a otros grupos.

Todo el tiempo se escucha decir que los jóvenes necesitan su propio espacio, Banderas en Marte entiende esta necesidad y así lo muestra en sus programas. Por ejemplo, los jóvenes tienen una relación muy importante con su habitación, como en el caso de Diego, que al mostrarnos su colección de comics en su cuarto, no sólo nos está invitando a un espacio muy personal, sino también está dejándonos ver una parte fundamental de su personalidad. Los lugares donde los jóvenes se congregan con sus amigos también son importantes; en Liebres, parados… el parque es el lugar de encuentro de los jóvenes, y los espectadores asistimos a él guiados por ellos mismos. Pasa lo mismo con Danilo, que nos muestra ese lugar sórdido debajo de un puente como si fuese su habitación, y al hacerlo está hablando de su realidad y de la de muchos jóvenes. En este sentido, Banderas en Marte se convierte también en una indagación de lo joven desde sus lugares íntimos y de encuentro, esos espacios donde los jóvenes son cada vez más ellos mismos.

Las locaciones de los programas no están condicionadas por lo visual únicamente, sino que lo visual se condiciona al espacio. Es decir, es la cámara la que intenta retratar de una manera atractiva cada espacio, tratando de sacar al máximo sus posibilidades estéticas y comunicativas. En la secuencia donde Diego habla sobre sus capacidades creativas, la cámara busca encuadres creativos en el techo de la biblioteca Virgilio Barco para apoyar lo dicho por Diego.

Pero esta relación con los espacios va más allá. La cámara-ojo –parafraseando a Vertov- se convierte casi en una herramienta de investigación. Esta mirada etnográfica al lugar como espacio de significación cobra sus dimensiones más importantes cuando se enfrenta al joven con la ciudad. La ciudad es un espacio explícito evidente en cada programa. Pero su verdadera importancia sale a relucir cuando se analizan los elementos implícitos que conlleva este tratamiento. Sin tener una mirada institucional, Banderas en Marte intenta contar la ciudad desde los jóvenes. Esta ciudad-joven es vista como incluyente, como una ciudad que brinda espacios a los jóvenes para su diversión y para la lúdica. Espacios que van desde una discoteca, como en el caso de Alejandro, hasta una biblioteca como en el de Indira, pasando por patinódromos, campus universitarios, plazas, parques y calles. Al hacer esto, el programa nos cuestiona sobre la manera como es posible pensar una ciudad para sus jóvenes y desde sus jóvenes. En este sentido, el programa también hace un llamado a la reflexión, en cuanto a la posible discriminación de la que pueden ser víctimas algunos jóvenes en ciertos espacios, y que siempre está relacionada con la autoridad: Yeyé y sus amigos fueron confundidos con maleantes y encarcelados sin ninguna razón por estar parados en una esquina; Santiago y César, los malabaristas, fueron requisados y se les prohibió la entrada a Transmilenio por su aspecto y por sus elementos de trabajo. A pesar de esto, la reflexión en cuanto a la ciudad-joven, vista por ellos, y pensada para ellos, sigue siendo lo fundamental en este punto.

En las secuencias narrativas de los capítulos El Ocio, Bendito sea el sexo, y Parados, liebres…. del programa Banderas en Marte, analizados en lo referente a los códigos visuales, obtenemos encuadres, angulaciones y planos que nos comunican e informan una estética que agrupa una multiplicidad de elementos disímiles que conforman el universo joven.

La secuencia de planos en la biblioteca es un elemento constante, que se destaca dentro de las narraciones audiovisuales que ofrece Banderas en Marte como opción visual para el desarrollo de una historia-imagen. Estas historias a su vez conforma el desarrollo de los elementos comunes que nos transforman en seres sociales, iguales, sencillos, y esa sencillez es un todo que nos habla de la inmersión en estéticas heterogéneas. Esa percepción de la realidad profunda que busca el programa a través de la imagen, y como ésta ha sido pensada y buscada de manera planeada, permite que su obtención sea ampliamente calida y gustosa en términos visuales con un reflejo artístico en su producto final.

Es reconocido que el trabajo de un receptor visual y la inclusión de la técnica en el manejo de equipos que captan imagen, es de un alto grado de precisión con lo cual se hace evidente un manejo especial y profesional, sin dejar de ser improvisado en el sentido innovativo del encuadre, tal como lo vemos en los ejemplos de sexualidad de la anónima mujer gay, donde se recurre a elementos asociativos de las fobias y miedos del hombre por medio de los objeto, para decirnos con la fotografía, que los actos comunes entre los seres humanos son parte asociativa y parte tradición de lo que entendemos por la imagen y su valor superior en los mass media.

Hacer un contrapicado tiene connotaciones graficas y narrativas que inciden mucho en la percepción y en la narración de un cuento. Cuenta de esto es la toma de Diego en los palos de los puentes del Parque Simón Bolívar, cuya ubicación contrapicada, nos muestra un joven superior, mas atento a su realidad, mas inmerso en procesos de creación democrática en el arte y eso solo con la ayuda de una mirada humana que se sirve de los instrumentos tradicionales para informarnos, para reflejarnos en cada uno de nuestros códigos comunes de entendimiento sobre lo bueno, lo malo, los valores, el dialogo, la convivencia e incluso la intolerancia.

Así, al hacer de la fotografía y de la estética del celuloide postmoderno, con bits y bytes, una herramienta comunicativa e interrelacionada con nuestras tradiciones orales, podemos decir que Banderas en Marte como comunicador de percepciones codificadas de la realidad, juntos con la nueva realización juvenil que emerge en el circulo de trabajo audiovisual colombiano, es una mezcla para conformar un cúmulo de códigos visuales que llevan a entender nuestra identidad y desigualdades en el no reconocimiento y como estos pequeños fotogramas en movimiento, también informan y simbolizan lo cotidiano, lo sencillo.

Esta estética cotidiana codificada en lo visual, pone a la TV en su lugar, la baja de su pedestal farandulero o la saca de su teoría de la educación a distancia rígida, masiva y estéticamente desagradable (Barbero), para ponerlo a la altura del ser humano común y corriente, revelándolo en encuadres desde el piso, desde el lugar donde la gente pone los pies, donde la gente vive y siente la realidad del ser joven.

Vemos estas características visuales en secuencias como los Red Skins y su teorización política de lo urbano, la moda y la música. También la patinadora al ser un sujeto que rueda, que se desplaza, pues su estética visual ha de ser dinámica y recurrentemente rápida, o cuando se nos permite el movimiento con steady cams, sobre una bicicleta en la Universidad Nacional de Bogotá, podemos, a través de la imagen reconstruir lo cotidiano, y reflejarnos como iguales, en todo aspecto. Es decir la representación que obtenemos en dichos programas, es una propuesta a la interpelación, para decirle al método único, que realmente podemos educarnos con el edu-entretenimiento y no enrollándonos en historias que nos representan pero desde la ficción y el sueño del llegar a ser.

¿Pero por qué quiero llegara a ser si ya lo soy? Es una pregunta que se siente en el aire cuando vemos que la propuesta frente al sexo, el ocio o la calle en Banderas en Marte, es una propuesta a la aceptación y al respeto, a la apertura de nuevas imágenes en un mundo fraccionado por la violencia o los dogmas, que se quiebran cuando la gente asume su posición en una determinada realidad que lo empuja hacia la participación y la inclusión en los procesos democráticos.

El uso de lentes gran angulares y objetivados para obtener mejor ángulos de visión es un código visual que se utiliza más, hoy en día que antes, en las producciones de corte juvenil, pues abarca un rango de visibilidad que permite salirse del cuadro esquemático del deber ser, o del saber hacer para pasar a ver con ojos abiertos, realidades tangibles pero que se esconden bajo cuadriculas visuales que enmarcan lo prototipo de las producciones no educativas y si lucrativas.

Desde lo visual, Banderas en Marte recurre a los elementos más lógicos de la narración psicológicamente coherente, pero echa mano de las nuevas técnicas, que no son más que la elevación técnica del trabajo de campo experimental, cuyas implicaciones prácticas no son medibles sino en el momento del resultado final o quizás mucho después del ultimo corte editado. Tal es el caso de Liebres, parados… que con el uso de la estética de la cámara escondida, nos lleva por un relato que pareciera sospechoso. Sus encuadres y movimientos fuera de pulso, junto con una oscuridad tipo lumpen que refuerza la idea de movimientos extrañamente ilícitos dentro de las calles y entidades bancarias de la ciudad, nos muestran una vista de persecución infundada en nuestros códigos de televidentes, para luego, desbaratarnos todo el esquema lógico, cuando con el uso de la imagen nos dicen… no es lo que piensan, no van a robar a nadie, solo se están agrupando para cantar.

Interesante análisis se inicia aquí cuando vemos como el código visual de lo ilícito es reemplazado por una versión distinta de los hechos, que nos revelan procesos mas humanos, mas juveniles, mas integradores y totalmente artísticos en pos de una forma de comunicación que se resiste a ser aplastada por la visión mediática dominante de los estereotipos humanos.

Lo sonoro también es importante para narrar lo joven. La música es el elemento común de integración inconciente entre las personas. Sus relaciones no están dadas en términos fijos, sino que se someten a distintos espacios y estos a distintas experiencias personales de lo armónico o agradable.
Banderas en Marte al tener una gran parte de su apoyo de edu-entretenimiento en la radio, usa a la música, los ruidos y los sonidos como miles de voces, de escuchas, de elementos que dicen cosas permanentemente.

Las cosas se comunican entre si, por sus relaciones sonoras decía Pablo Vila en sus primeros estudios, pero con el devenir de sus investigaciones, cayo en la cuenta que hay tanta similaridad como desentendimiento alrededor de los códigos sonoros, que un estudio de un subgrupo pequeño solo nos arrojaría resultado subjetivos, sobre el por que algunas música o sonidos son afines con unas personas iguales en gustos y entornos y como estos mismos sonidos para grupos completamente iguales, resultan paradójicamente disímiles e irreconciliables.

Una cabezote que nos permite agrupar la métrica de un sonido fuerte de una guitarra distorsionada acompasada por el beat de un Bombo electrónico, que se mezclan para darnos un sonido minimalista con efectos sonoros, de latas, pájaros y vientos, esta pensado precisamente para decirnos cuan complejo puede ser el mundo de los códigos sonoros.

El paralelo entre el Ilustrador ocioso Diego y el Dj Alejandro, en el capitulo El Ocio, denota un impulso del musicalizador, por integrar un todo coherente en un nada incoherente que existe entre el primer y segundo personaje. El sonido del Messenger cuando entra el mensaje, nos revela practicas y características del mundo sureño que no tiene nada que envidiarle al mundo pacifico y creativo del ilustrador. Sin embargo, los puntos de encuentro entre estos personajes, resultan saturados de sonido de videojuegos, palabras pisadas, y descripciones detalladas de cada uno de sus oficios.

Incluso un murmullo, es un sonido que nos dice mucho sobre como la ausencia de trabajo formal, es un factor para el señalamiento y el juicio valorativo de alguien. Poco a poco, la relación música, dialogo ruido, se somete a una dinámica de construcción de la idea, donde la convergencia de esa multiplicidad de formas nos permiten una identificación caótica con nuestra realidad más inmediata.

Los voceadores callejeros, parecieran estar metidos en la pantalla cuando Danilo, en Liebres, parados…, nos comenta como lo sórdido de la vida callejera es un macro sonido distorsionado del mundo. Esta frecuencia de vida esta marcada por episodios que marcan procesos de dolor que se expulsan con la letra y canto de sus propias vivencias, sus propios sentires y saberes.

Un autor recurrente para esta investigación de códigos sonoros y su relación con los visuales, es Walter Murch, quien en su libro Montaje y Postproducción, relaciona los impulsos nerviosos de percepción de la imagen, más con la contundencia sonora que con la capacidad visual. Este pensamiento lo llevó a obtener el primer Oscar de la Academia cinematográfica como mejor montaje de sonido en la película el Paciente Inglés, donde el ruido y lo efectos ambiente, hablan por si solos.

Lo que Murch experimentó con el sonido fue, la duplicación de algunas bandas inaudibles del medio ambiente de la locación para el oído humano que le permitieron junto con una banda sonora cronometradas, imprimirle más dramatismo y suspenso a los momentos más contundentes de la narración fílmica.

Esta teorización no tan académica sobre la narrativa audiovisual, es uno de los aspectos que retoma Banderas en Marte en la sonorización y montaje de su producto final, pues le propone al televidente una interpelación en lo creativo. Y es que el sonido de los cuchillos, los carros, la calle, los murmullos, los caños, los parques, el movimiento interno de una cocina o el piano de una mujer sin rostro nos muestra como vamos en multiplicidad de diálogos que se interponen unos con otros para reinterpretar los diálogos hacia el entendimiento de una identidad. Por eso la música y sonidos de banderas en Marte son sonidos que nos ubican en lugares comunes locales o globales, de ahí el ejemplo de Bosa New York si hablamos de la cultura Rap, del sur, y como estos pequeños grupos de músicos, sienten una representación directa con el movimiento y la lírica de queja universalizada contra la segregación y la opresión.

De esta forma existe un extenso abanico de codificaciones sonoras que son eventos comunes para la identificación como sujetos jóvenes en un mundo lleno de frecuencias sonoras que nos recuerdan y colocan en espacios, sueños y gustos heterogéneos y poco medibles en cuanto a identidad se refiere.

En cuanto a lo gráfico, Banderas en Marte utiliza una variedad de recursos para contar lo joven, que van desde el cabezote, pasando por la animación, hasta los planos que acuden a lo gráfico para su encuadre y composición, sin dejar de lado la dimensión gráfica del montaje también presente en los programas y expuestas en el numeral 2.2.4.

Lo gráfico ayuda a contar lo joven en la medida en que se convierte en una herramienta atractiva estéticamente, y además, cargada de sentido. Se utiliza lo gráfico para atraer, para seducir, porque estos elementos hacen parte también de un Sistema Abstracto que organiza la narración para hacerla atrayente desde lo visual. Pero la utilización de estos recursos no se reduce a lo atractivo. Los códigos gráficos utilizados en los programas posibilitan el cargar de sentidos a la imagen en relación con el mundo íntimo de los personajes. Así sucede en la secuencia de presentación de la lesbiana en Bendito sea el sexo, donde utilizando primeros planos, encuadres en primeros términos e imágenes desenfocadas, los realizadores utilizan las significaciones de la forma y lo que estas puedan decirnos sobre el mundo interior del personaje: un rechazo al sexo con hombres cuando su rostro está enmarcado en medio de dos pinceles cruzados; una negación al sexo heterosexual vendido a través de los medios cuando aparece un rayón sobre la pantalla de un televisor enfocado en primer término. Lo gráfico convierte la forma pictórica en símbolo, y hace que las significaciones de la imagen vayan más allá de lo explícito. Bordwell lo explica claramente cuando dice: “Cuando llamamos abstracta a la forma de una película, no queremos decir que la película no tenga objetos reconocibles en ella (…) Hay un tratamiento alternativo, sin embargo, que consiste en utilizar objetos reales y aislarlos de su contexto cotidiano, de forma que se muestren sus cualidades abstractas” .

Walter Murch en su libro En El Momento del Parpadeo, habla de la hiperactividad del corte , para referirse al montaje televisivo, donde la intensión del corte es no darle tiempo al espectador para pensar y llenarlo de información. El montaje en Bandera en Marte, a pesar de ser una serie para la pantalla chica, va en contravía a esta certera afirmación de Murch. Sin ser rápido y caótico, el montaje es dinámico y ágil; fragmentado porque se pasa de una historia a otra sin cortinillas ni disolvencias, pero al mismo tiempo une cada historia a través de corte directo como si hicieran parte de una misma mirada. La edición mezcla recursos del montaje documental y cinematográfico, organizándolo a partir de los conceptos manejados por los jóvenes en relación a cada tema, de esta forma el montaje ayuda al avance de la narración hasta una especie de clímax conceptual –al final del capítulo-, donde todos los temas y puntos de vista convergen en una serie de conclusiones. El montaje es interpelador porque nos pone de frente a los cuestionamientos hechos a cada uno de los personajes, no necesitamos escuchar la voz en OFF de un entrevistador para deducir el tipo de preguntas que le son hechas a los jóvenes, el montaje escoge únicamente fragmentos de las respuesta de los personaje que cuentan lo esencial del tema. En este sentido, la decisión de un montaje interpelador para narrar lo joven, se entiende desde la necesidad de hablar de frente, con sinceridad, sin intervenciones de terceros (los realizadores) que puedan distraer la atención que el montaje ha centrado en el entrevistado.

Para finalizar, hablemos de los valores.

La apuesta de Banderas en Marte es potencializar valores de convivencia y aceptación de la heterogeneidad en los jóvenes colombianos. A pesar de que cada programa habla sobre ciertos valores específicos, identificados en los diálogos de los personajes y en el tratamiento temático de los mismos, cada uno de estos apunta a una misma idea: la construcción democrática de la ciudadanía. Al final de los capítulos, cuando los realizadores de Banderas en Marte hacen que los personajes se acerquen, personajes aparentemente disímiles en sus conceptos: Edilberto y Cristina, Diego y Alejandro, Danilo y Yeyé, lo que nos muestran implícitamente es el encuentro con la diferencia, la aceptación del otro, la convivencia con la heterogeneidad, bases fundamentales de la democracia.

Al hablar de Familia, Trabajo, Derechos Civiles de los jóvenes, Sexualidad, Alteridad, Respeto a la Diferencia e Identidad de Género, Banderas en Marte se inscribe en un proceso de formación de nuevos imaginarios sociales a través de la pantalla, transformando conceptos y estereotipos erróneos sobre la juventud. Los jóvenes demandan espacios, no solo físicos sino también simbólicos y mediáticos, que vayan más allá de la oferta audiovisual de programas musicales, de concurso, o series de ficción que terminan convirtiendo lo joven en una representación -muchas veces- sin un sustento sólido en la realidad; en otras palabras, haciendo de los jóvenes una imagen sin fondo, un estereotipo.

Estos programas no sólo nos hablan de valores juveniles sino de valores sociales, por eso tanto los padres como los maestros pueden encontrar mensajes que les permitan trabajar en la consolidación de una mejor ciudadanía, de una mejor calidad de vida, de una sociedad mas incluyente, de una educación mas cercana e inscrita en las nuevas dinámicas determinadas por lo audiovisual y por las tecnologías.

Los medios deben cumplir, entonces, un papel fundamental en la educación de los jóvenes, encaminando esta educación a un mejor entendimiento de nuestra realidad, y contribuyendo a su mejoramiento desde la pantalla en procura de un desarrollo social. Entonces, ¿cómo entendemos y construimos la comunicación para el desarrollo?, ¿cómo incluimos en ella el papel de los jóvenes, el saber local, la democracia?: Proponiendo una nueva mirada, una nueva forma de entender la comunicación, una apuesta que posibilite el intercambio de sentidos y la democratización de los medios.